Para gozar de una buena salud necesitamos beber agua regularmente, ya que nuestro cuerpo debe estar hidratado adecuadamente, sobre todo si hablamos de la hidratación de los niños. Por eso contamos con unos sensores específicos que nos advierten, a través del estímulo de la sed, de que se está produciendo la deshidratación. La necesidad de beber no siempre es la misma: obviamente depende de las condiciones climáticas y de la actividad física realizada, además de la edad. Los niños pequeños y los ancianos tienen diferentes necesidades fisiológicas con respecto a los adultos, cosa que se refleja en la forma en la que consumen el agua.
Hidratación recomendada para diferentes grupos de edad
La EFSA (European Food Safety Authority) o Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ha actualizado recientemente los valores dietéticos de referencia para la ingesta de los diferentes nutrientes, incluida el agua, recomendando la cantidad que debe consumirse para gozar de una buena salud en función de la edad y el sexo. Estos valores se refieren a la totalidad del agua consumida, tanto a través del consumo directo como a través de alimentos y bebidas de todo tipo, en condiciones normales de temperatura y niveles medios de actividad física:
- Recién nacidos de hasta seis meses: 100 ml/kg al día (a través de la leche)
- Niños entre 6 meses y un año: 800-1000 ml/día,
- Niños entre 1 y 3 años: 1100-1300 ml/día,
- Niños entre 4 y 8 años: 1600 ml/día;
- Niños entre 9 y 13 años: 2100 ml/día para niños y 1900 ml/día para niñas;
- Adolescentes, adultos y ancianos: 2 l/día para mujeres y 2,5 l/día para hombres
Por qué se necesita una mayor hidratación en niños
En comparación con el adulto, el niño tiene una mayor necesidad de ingesta de líquidos en relación con su peso corporal (aproximadamente un 50 % más). Esto puede explicarse en parte por la relación superficie-volumen del cuerpo, que es mayor en el niño que en el adulto y se traduce en una mayor capacidad para intercambiar calor con el exterior, hecho que permite que el agua se evapore más fácilmente. Además, el niño es más activo, tiene un metabolismo acelerado y, por lo tanto, una pérdida de líquidos proporcionalmente mayor y más rápida.
Los niños representan un grupo de población que a menudo no bebe lo suficiente y, por lo tanto, está particularmente expuesto al riesgo de deshidratación. Por eso es importante enseñar a los niños a beber incluso antes de tener sed para evitar la deshidratación crónica.
Es necesario prestar atención a cuánto y con qué frecuencia bebe el niño, ya que su sed no se desarrolla igual que la de los adultos. Es posible que el niño no sea consciente de su propia sensación de sed y no sea capaz de medir su necesidad real de líquidos hasta que el proceso de deshidratación ya esté en marcha. Una razón más por la que el niño que practica actividades físicas tiende a deshidratarse, aunque tenga una cantidad suficiente de líquidos a su disposición, por lo que se le debe animar para beber.
Cómo conseguir un correcto consumo de agua en los niños
Sin embargo, para animar al niño a beber es necesario que el agua tenga un sabor agradable. Un niño no suele beber lo suficiente, incluso cuando tiene sed, porque no le agrada el sabor o la temperatura del agua. Además, la publicidad hace ver que las bebidas azucaradas son preferibles al agua, especialmente para los niños, más sabrosas, pero un elevado consumo podría tener efectos negativos en la salud, especialmente debido a la ingesta de azúcares. Pero hay alternativas a este tipo de refrescos con tal de conseguir ese consumo de agua adecuado a los niños. Se ha demostrado que el agua osmotizada o agua fresca con gas, con la adición de limón u otra fruta, fomenta el consumo, sobre todo si hablamos de bebidas refrescantes caseras.
Así pues, el agua es la mejor bebida: no añade calorías e hidrata el cuerpo manteniéndolo sano. Un concepto simple que debe explicarse a los niños, animándolos a beber regularmente agua y otros refrescos solo con carácter excepcional.